martes, 18 de mayo de 2010

Oleada verde, no sea. . . pida explicaciones

Eduardo León
abril 2010

A falta de una propuesta alternativa que embarque el país en una solución política negociada al conflicto armado y social, fundamentada en transformaciones estructurales políticas, sociales, culturales y económicas, el llamado voto de opinión se está inclinando en favor de una propuesta de cultura anti corrupción y anti clientelista nada despreciable, pero que deja por fuera la solución a otros problemas tanto o más graves.

La verdad sea dicha por la cabeza y la boca de Mockus, Fajardo o los otros dos tenores no ha pasado una idea ni una palabra que afecten la esencia del modelo neoliberal impuesto en el país. Pero ya que el Partido Verde está capitalizando políticamente una corriente de inconformistas, cansados de los desmanes de la derecha y decepcionados de las torpezas e incoherencias de la izquierda, estos deberían hilar más fino para que no terminen arrasados por un tsunami, en vez de montados en la cresta de una ola esperanzadora.

Veamos algunos temas de su programa de gobierno que hacen conjeturar que en temas claves no se deben esperar grandes cambios. La política laboral vigente funcional a la “confianza inversionista” y plagada de normas que precarizan cada vez más el mundo del trabajo, no será cambiada por “los verdes”. Se puede inferir de la propuesta de Mockus de eximir a los empresarios del pago de parafiscales, aunque asegura que mantendrá el Sena y el ICBF. Bajo qué modalidad seguirán existiendo estas instituciones, es un interrogante que no ha resuelto. Otrora entidades estatales ayudadas por la “mano invisible”, no del mercado, sino de políticas estatales han entrado al mundo del laizzes faire- laizzes passer mutando sus usuarios en clientes y sus servicios en mercancías.

El país está en mora de tener un nuevo contrato social para el mundo del trabajo, siquiera inspirado en lo más avanzado del liberalismo burgués. Un estatuto democrático del trabajo que restituya las conquistas laborales que la clase trabajadora logró en arduas luchas, aunque no supere las relaciones de explotación propias del capitalismo.

Entre sus propuestas para un Sector Rural Moderno, propone “facilitar el acceso a la tierra y los otros factores de producción, respetando la vocación de uso de los suelos y el equilibrio entre rentabilidad y seguridad alimentaria”, y “desconcentrar la propiedad agraria y garantizar la productividad sostenible”. Falta en estos planteamientos contundencia política que indique que su horizonte es transformar el actual modelo de desarrollo rural, funcional a la agroindustria y la industria extractiva y minera.

Cuando Mockus propone “racionalizar y priorizar los subsidios y apoyos productivos hacia los sectores más generadores de empleo, divisas y seguridad alimentaria”, en esencia no rompe con la nefasta política de subsidios agrícolas existente, con la diferencia que su eventual gobierno no los entregará a dedo, sino con base en la ley. El problema no es solo la corrupción y el clientelismo, sino lo inequitativo de la repartición y definir qué modelo de desarrollo favorece. Seguridad alimentaria no implica soberanía alimentaria, la diferencia la conocen muy bien nuestras comunidades rurales. Se trata de garantizar ambas y eso no cabe en un modelo de desarrollo rural que prioriza la agroindustria para la exportación.

Nada indica que la productividad y competitividad para la exportación, no continuarán siendo el zumo en la propuesta agraria de Mockus, y el limón que lo produce el mismo exprimido hasta ahora: desplazamiento forzado, despojo y proletarización del campesinado, y la destrucción de la riqueza ambiental y las etnias que la han salvaguardado ancestralmente.

En esencia sus propuestas para el campo, no afectan la enjundia del modelo de desarrollo rural inmerso en una división internacional del trabajo que impone al país el papel de productor de materias primas, la parte del encadenamiento productivo con menor valor agregado. Lo que necesita Colombia es una reforma agraria que incluya las propuestas de desarrollo alternativo del campesinado, las comunidades afrocolombianas y los pueblos indígenas, no el simple acceso a la tierra. Su materialización ayudaría a resolver una de las causas estructurales que perpetúan el conflicto colombiano. Esta es una política de corte democrático que la burguesía colombiana dejo como tarea para otros, siendo su responsabilidad histórica.

Para fomentar el “Patriotismo Constitucional convirtiendo a la Constitución, en su calidad de acuerdo nacional fundamental, en la carta de navegación para los ciudadanos y las instituciones”, como reza el programa de Los Tenores, habría que acordar una nueva o derogar todas las leyes que han anulado los aspectos progresistas de la Constitución del 91. Así cobraría validez su aspiración de tener “una sociedad respetuosa de las leyes, responsable y participativa”. Postulado valido para un país sometido en los últimos 8 años con mayor rigor que nunca antes, al imperio de una cultura del atajo y la ilegalidad.

Sobre la Seguridad Democrática su programa de gobierno señala que “vamos a profundizar la seguridad democrática para llegar a la legalidad democrática. Hacer con la ilegalidad lo que se hizo con las FARC: arrinconarlas políticamente, dejarlas sin justificación. Las FARC son apenas una de muchas manifestaciones de la ilegalidad en Colombia y ameritan seguir siendo combatidas sin titubeos” [1]. Es decir, profundización de la guerra, aunque se solape bajo una tal legalidad democrática, fórmula no sustancialmente distinta a la seguridad democrática Uribista. Bajo un discurso político se insiste en una salida militar, totalmente inocua para terminar el conflicto armado. Mockus, como el resto de candidatos y la candidata, también cabalga sobre el legado Uribista, parece que por convicción, no por mero cálculo político electoral.

Siendo que el Partido Verde está canalizando una importante “oleada” de opinión y descontento, ésta debería indagar más a fondo por el significado implícito de sus signos políticos e incidir en su contendido, para no tener luego un chasco atribuible también a los electores del eventual presidente Mockus, por haber tragado como cura para los males lo que -si acaso- son meros paliativos.

[1]http://www.partidoverde.org.co/Noticias/tabid/58/mid/384/articleId/142/ctl/ReadPartidoV/Default.aspx