jueves, 18 de marzo de 2010

En Colombia el que escruta elige, así ha sido siempre

Eduardo León
Marzo 16 de 2010

No es asunto del pasado. Las irregularidades en los procesos electorales en Colombia, son tema recurrente de noticia y análisis. Basta haber observado con atención en cualquier puesto de votación, para corroborar que las elecciones parlamentarias están viciadas de corrupción, compra-venta de votos, constreñimiento al elector, carruseles y otras prácticas que atentan contra la libre participación ciudadana.

Tampoco es novedoso que durante el conteo y escrutinio de votos se terminen de ajustar los resultados en favor de quienes detentan el poder. Ya sea sumando artificialmente votos o manipulando los resultados. Salvo las votaciones de candidatos y candidatas cuyos resultados electorales resultaría difícil manipular, porque cuentan con un potencial de votación cautiva debido a sus buenos desempeños como parlamentarios, han ganado una buena imagen por su trabajo en algún campo, o cuentan con el poder para salvaguardarla, cualquiera otra es fácilmente manipulable en el conteo y escrutinio. Especialmente las votaciones modestas de campañas sin capacidad logística para vigilar sus votos. Sucede igual a candidatos oficialistas como de oposición.

Si varios de estos candidatos y candidatas se atrevieran a impugnar las elecciones encontrarían sus votos envolatados sumando en favor de otros, amigos y no amigos. El que escruta elige, esa ha sido la norma rectora de la pretendida democracia de este país.

Para entender la trifulca que se ha armado en torno a la consulta interna conservadora para escoger candidato presidencial hay que responder a la pregunta: a quién o qué intereses favorece. No resulta inverosímil, como se está rumorando, que exista fraude, muy seguramente orquestado por ambos precandidatos. Cada quien desde sus trincheras politiqueras y redes de corrupción. Están buscando posicionarse con respecto al Partido de la U, ganador de las elecciones parlamentarias, y poner un alto precio a su adhesión para asegurar que el Uribismo gane las elecciones presidenciales en la primera vuelta, o en la segunda; uno u otro escenario depende de qué tanto logren tranzar para repartirse el poder.

El historial de oportunismo, clientelismo y politiquería de los dos precandidatos del conservatismo solo tiene diferencia generacional. Ambos han demostrado gran capacidad para acomodarse rápidamente en las altas esferas del poder político. Esta es una pelea por el botín y por ser el segundón del patrón. El partido conservador es indispensable para mantener la coalición politiquera que detenta el poder, lo saben perfectamente Sanín y Arias. Son conscientes que su lealtad al Uribismo será bien recompensada.

La otra parte de la respuesta a la pregunta formulada, hay que buscarla por los lados de Uribe y sus acólitos. Necesitan asegurar la adhesión del conservatismo para las elecciones presidenciales y lo quieren lograr en la primera vuelta “para ahorrarle preocupaciones al país”, como dice Juan Manuel Santos. Como buenos pescadores revuelven las aguas del río para obtener mayores ganancias. Una victoria contundente de Arias o Sanin, es el peor escenario. Una reñida victoria de cualquiera de los dos es el resultado ideal para bajarle a sus pretensiones burocráticas. Si acaso quien resultara perdedor amenazara con unirse a la oposición, no pasará de ser una estrategia más para ponerse precio. Aún en este escenario Uribe y sus socios sabrán resolver el impase por las buenas o por las malas.

En medio de este desalentador panorama, resulta esperanzador que un candidato como Iván Cepeda haya logrado llegar a la Cámara de Representantes. Bien por Iván y por lo que representa. Me alegro por él y otras personas de izquierda y democráticas que se han ganado el respeto y apoyo del llamado voto de opinión. La tarea es canalizar esa corriente más allá de la simpatía hacia personas tan valiosas como Iván.

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